Comentario
Era el final de la esperanza. El invierno, el hambre y la lucha estaban reduciendo a la nada al VI Ejército, que sufría cerca de 3.000 bajas diarias desde comienzos de los combates, las congelaciones y las enfermedades propiciadas por el hambre y el frío.
En esos momentos, las tropas combatientes recibían 70 gramos de pan, 200 de carne de caballo (huesos incluidos) y 200 balas; los no combatientes, menos. Con esa alimentación, la capacidad de lucha disminuía a ojos vista y la munición era insuficiente para resistir en los sectores muy activos del frente (14). La bolsa iba reduciendo su tamaño.
El 8 de enero el general Rokossovsky enviaba un ultimatum de rendición a Paulus. Fue rechazado. La disculpa oficial para no rendirse o para renunciar a una salida desesperada era que el VI Ejército estaba entreteniendo a grandes fuerzas soviéticas. Lo cual era cierto. Según Gehlen, uno de los jefes de la inteligencia alemana, la resistencia de Stalingrado fijó en el cerco a 107 divisiones y brigadas soviéticas, más 13 regimientos de tanques. Cifras sin duda muy abultadas, pero indicativas del esfuerzo soviético por rendir a los sitiados.
El 10 de enero, pasado el plazo de la rendición, 7.000 piezas de artillería abrieron fuego sobre las líneas alemanas. El estruendo podía oírse a 100 kilómetros de distancia. Pese al infierno desatado por la lluvia de metralla, los alemanes resistieron las primeras embestidas de la infantería soviética.
El 17 de enero, el mando soviético volvió a ofrecer la rendición en vano. Pero ya la moral alemana había comenzado a decaer a ojos vista. Los combatientes en su mayoría parecían espectros cubiertos de piojos. Los rumanos, privados de raciones, se rendían en masa.
Los alemanes, faltos ya de toda esperanza, comenzaron a abandonar los frentes y a cobijarse entre las ruinas de la ciudad. Las insubordinaciones estaban a la orden del día, lo mismo que los sobornos a los aviadores -que cada vez en menor número aterrizaban en la bolsa- para que les sacasen del cerco. Los fusilamientos fueron numerosos por estos motivos.
El 24 de enero, prácticamente todas las fuerzas de Von Paulus estaban embotelladas en las ruinas de la ciudad, removidas cada mañana por el saludo del grueso de la artillería soviética. Ese día de enero perdían el último aeropuerto Gumrak, y las fuerzas de Rokossovski partían en dos al VI Ejército, enlazando en la colina Mamaye con los hombres de Chuikov, para quien terminaron cinco meses de pesadilla con el ascenso al mariscalato.
En los días siguientes la fragmentación alemana continuó. Von Paulus fue ascendido a mariscal, pues Hitler aseguraba que nunca se había rendido un mariscal alemán. El 1 de febrero, enfermo y hundido, Von Paulus se rindió, aunque alguna bolsa alemana resistió dos días más, hasta agotar la munición.
Entre el 10 de enero y el 3 de febrero se rindieron unos 100.000 alemanes, que partieron hacia los campos de concentración, donde morirían como moscas (15). Al parecer no fueron ni 5.000 los que volvieron años después a Alemania.